Instalar un toldo capota es la mejor forma para proteger una ventana, una puerta de acceso –por ejemplo, a un hotel- o un pequeño escaparate de los rayos de sol que llegan tanto frontal como lateralmente. Se trata de un modelo que, además de ser altamente eficaz en esta función, resulta muy decorativo e identificativo y aporta un toque de distinción a la fachada en la que se ubica.
Materiales ligeros y flexibles
Su estructura está formada por varios arcos abatibles –normalmente 3 o 4, pero pueden variar en función de las dimensiones del toldo y de si se busca un mayor o menor plegamiento del mismo-, que permiten que la capota pueda abrirse y cerrarse en forma de acordeón o fuelle.
Este esqueleto se fabrica con materiales ligeros pero muy resistentes, como el acero inoxidable o el aluminio, que pueden pintarse o lacarse para mejorar su estética. Y la lona que lo cubre, al igual que en el resto de tipos de toldos, puede estar fabricada de diferentes materiales, siempre que estos sean flexibles y no excesivamente gruesos para facilitar el plegado. Normalmente se emplea PVC o algún tipo de tejido acrílico o tela plastificada, ya que son especialmente resistentes e impermeables.
Práctico y estético
Su principal ventaja con respecto a otros modelos es que, además de proteger los laterales de la ventana o espacio en el que se coloque –y que suelen quedar descubiertos por otro tipo de toldos-, puede plegarse y desplegarse manualmente con suma facilidad empleando simplemente una cuerda. Igualmente, también permite la instalación de un sistema de motorización que controla aún más el nivel de subida y bajada del toldo.
Respecto al precio, hay que tener en cuenta tanto las medidas del toldo como el tejido con el que se fabrica la lona, ya que cuanto más voluminoso sea y más evolucionada se presente la tela, más puede encarecerse. Sin embargo, en general, un modelo estándar de entre 80 cm y un metro de ancho, con una salida del brazo –fondo- de las mismas medidas puede tener un precio de entre 100 y 150 euros.