La mejor solución en estos casos es contactar con empresas especializadas en toldos sin instalación, una variación que permite que sea el cliente quien lo coloque sin necesidad de disponer amplios conocimientos ni herramientas demasiado específicas.
Porque, aunque realmente se realice una autoinstalación, es imprescindible consultar a un profesional del sector antes de adquirir el producto para que analice si el espacio en el que se quiere ubicar es apto para este sistema –sobre todo en el caso de que tenga que ir anclado a alguna pared-.
Igualmente, y en base a esta idea, hay que tener en cuenta que no todos los tejidos son recomendables en este tipo de instalaciones. Los más pesados pueden acabar cediendo la estructura y con los más ligeros se corre el riesgo de que unas condiciones climatológicas adversas provoquen problemas con las fijaciones.
También hay que valorar el tipo de material que se usa en la estructura y, sobre todo, el uso real que se le va a dar. Hay casos en los que la flexibilidad y la ligereza del aluminio son las características más recomendables, mientras que hay otros en los que es fundamental apostar por un material que, aunque más pesado, garantice una dureza y una resistencia únicas –por ejemplo, si se presentan condiciones climatológicas muy adversas-.
Respecto al precio, destaca que el coste suele ser menor que en los toldos tradicionales y es más sencillo adaptarlo a un presupuesto más o menos cerrado. Por ejemplo, existen kits de automontaje que oscilan entre los 200 o 300 euros de una pérgola o un toldo capota para ventana hasta los 500 o 600 de modelos más grandes y complejos.
Teniendo en cuenta estas premisas, se podrá elegir más fácilmente la opción que mejor se ajuste al gusto y las necesidades que se tengan entre el amplio abanico de posibilidades que se presentan actualmente en el mercado.