Los falsos techos son aquellos que se ubican a cierta distancia del techo propiamente dicho con diferentes finalidades como, por ejemplo, conseguir un mayor aislamiento térmico y acústico, ocultar canalizaciones, tuberías o cables, etc. Así, en función de lo que se desee conseguir, los módulos que se emplean para instalarlos pueden estar fabricados con diferentes materiales:
- Madera: Cuando se elige la madera se está apostando por dar un aspecto natural y cálido al techo, ya sea en una oficina o en una vivienda. No suele ser el más frecuente porque su precio es algo más elevado con respecto a otros materiales, pero la durabilidad y calidad que ofrece es la misma e, incluso, desde el punto de vista estético, es el que presenta un abanico más amplio de posibilidades en sus acabados y mejores opciones de asilamiento.
- Escayola: Es el primer material que se empleó para crear falsos techos y se ha ido sustituyendo por otros más prácticos en la instalación y el mantenimiento. No obstante, los profesionales lo siguen instalando en los casos en los que el cliente busca unos acabados muy personalizados y un buen aislamiento.
- Pladur: Es, hoy por hoy, uno de los materiales que más se emplean en la fabricación de falsos techos. Se presenta como uno de los que mejor relación calidad-precio ofrece, ya que es resistente, duradero y fácilmente desmontable -permite acceder sin problemas al espacio del falso techo para realizar todas las tareas de mantenimiento que se requieran-. Se instala sobre todo en viviendas y oficinas que presenten niveles de ruido estándar ya que no está pensado para ofrecer un aislamiento acústico especial.
- Metal: Normalmente se emplea el acero o el aluminio puesto que se trata de metales ligeros, resistentes, económicos y seguros. Igualmente, se pueden presentar perforados o microperforados, en función de las necesidades que se tengan, y combinados con fibras o velos acústicos garantizan una insonorización prácticamente absoluta en cualquier espacio.